LAV Magazin 2023

La pandemia y la guerra han cambiado nuestro mundo. Ya estábamos sospechando que este siglo XXI había comenzado alterando las coordenadas de una Europa ordenada y en paz, que progresaba en armonía y cohesión. Hoy ya sabemos que vivimos en la incertidumbre y que nuestro horizonte es hostil. La Unión Europea y América Latina y el Caribe han celebrado una Cumbre los pasados 17 y 18 de julio en Bruselas. El primer gran éxito de esa convocatoria es precisamente el haberla convocado y el haberla celebrado, con un alto nivel de asistencia y un alto nivel de acuerdos y de resoluciones comunes, a pesar de las diferencias políticas. La Cumbre se ha celebrado ocho años después de la anterior y ha sido un acierto celebrarla en Bruselas porque España ha querido con esto dar la señal de que América Latina no es una cuestión Ibérica sino Europea. Ha querido recordar a las cancillerías europeas la importancia de América Latina en la política exterior de la Unión. La narrativa que ha acompañado la convocatoria es también un acierto. Desde hace ya varios meses circula en el debate de la política internacional Europea la necesidad de encontrar un espacio más potente para la unión en un marco geopolítico cada vez más polarizado entre Estados Unidos y China. Por eso, me parece especialmente importante que la convocatoria de la reunión se haya hecho sobre la base de la necesidad de fortalecer nuestro papel en la agenda internacional buscando las convergencias y las coincidencias en valores y en aspiraciones, tanto de América Latina, como de Europa. La cumbre UE-CELAC inaugura así un nuevo tiempo en nuestras relaciones, conscientes ambas regiones, Europa y América Latina, que nos necesitamos para ser más fuertes en ese mundo adverso y que podemos complementar nuestras mutuas oportunidades. Europa les ofrece un mercado atractivo para sus exportaciones y la inversión, claves para su desarrollo y crecimiento, pero América Latina tiene todos los materiales de la transición ecológica y la sostenibilidad: el litio, el agua, la biodiversidad, la energía, etc. Europa es el cooperante más importante del mundo en América Latina y hemos aprobado el Global Gateway que incluye más de 50.000 millones de euros en estímulos a nuestra inversión en América Latina, pero América Latina tiene que desarrollar sus telecomunicaciones y su digitalización y nos interesa que lo haga con arreglo al marco regulatorio ético de la Unión Europea (de ahí nuestra oferta de Alianza digital a América Latina). Hay miles de empresas europeas en los grandes servicios básicos de América Latina y necesitamos trasladar allí nuestro modelo socio-laboral y nuestra tecnología, porque nuestro modelo europeo de producción y de organización social es el que desean los ciudadanos latinoamericanos. Hay muchas más razones que explican nuestra alianza. Hay más de siete millones de europeos viviendo allí y casi la misma cifra de latinoamericanos viviendo en Europa. Necesitamos esa emigración. Nuestras universidades están formando a sus cuadros directivos. Tenemos acuerdos comerciales con América Latina que son vitales para nuestro futuro y para el suyo. Sus valores democráticos son los nuestros y sus intereses geopolíticos pueden ser también los nuestros. Pero la Cumbre es sólo el comienzo. No es un puerto de llegada, sino de salida. Tenemos mucho por hacer juntos y hay muchos obstáculos para el desarrollo de esta tarea. Primero por la debilidad institucional de CELAC y la fractura regional que sigue sufriendo América Latina. México y Brasil se dan la espalda y si esas dos potencias, como ocurre por ejemplo en Europa con Francia y Alemania, no colaboran, es muy difícil la articulación de la región y su interlocución con el resto del mundo y con Europa en particular. Pero los problemas no están solo en América Latina. También cabe decir que en Europa corremos el riesgo de olvidarnos de esta Cumbre y volvernos a concentrar en una visión endogámica de nuestros problemas. La guerra en Ucrania, la frontera con el Este, la ampliación, el Mediterráneo, África, pueden convocar a la Unión Europea a lo más urgente corriendo el riesgo de olvidar la enorme importancia de lo que nos jugamos en América Latina. En ese sentido, por ejemplo, los acuerdos pendientes de la Unión Europea con Mercosur y con México. Si Europa no es capaz de ratificar estos dos grandes acuerdos, perderemos nuestra influencia política y económica en ese continente y me temo que muchos países europeos no son conscientes de la enorme trascendencia de estas ausencias. En definitiva, la Cumbre UE-CELAC ha sido un éxito pero necesita continuidad. En plena era de Internet, de revolución digital, de globalización imparable, el Atlántico no puede ser un océano separador de dos mundos dependientes, compatibles, afines, amigos. Hagamos puentes, construyamos juntos y seremos más fuertes, más influyentes en un mundo que queremos mejor. Ramón Jáuregui Atondo Presidente de la Fundación Euroamérica América Latina y Europa: juntos de nuevo 38 Fundación Euroamericas

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